Es Socio de Consultoría en GPI Global Practice México, a cargo de las prácticas de Gobierno Corporativo, Auditoría Interna, Administración de Riesgos y Control Interno.
Como clientes, exigimos un nivel de servicio y atención cada vez mejor y más personalizado, por ello, día con día, las empresas se encuentran expuestas a un nivel de intensa competencia y a una “obligada” generación de innovación, sin importar el sector del que se trate. Esto nos exige, como Alta Dirección, evaluar si la empresa está preparada para los cambios constantes, genera planes de acción y su capacidad de respuesta a las exigencias de los clientes, y en algunos casos, de los proveedores; en lo cual no se vean afectados los objetivos establecidos, o dicho de otra manera, tener adoptada una Administración de Riesgos.
Bajo este concepto, es conveniente hacernos las siguientes preguntas:
¿Cuáles son los factores que tomamos para la toma de decisiones?
¿Cuáles son los riesgos internos y externos a los que se encuentra expuesta la empresa?¿Permiten los controles en cada proceso responder a los cambios que satisfagan al cliente?
¿La cultura empresarial que viven los colaboradores es de innovación y prevención de riesgos?
¿Cómo se comunican y se implementan los cambios en los procesos?
¿Qué valor agregado recibirá el cliente al continuar como cliente de la empresa?
¿Cuánto tiempo le toma realizar los cambios a la empresa sin que el mercado nos llegue a “castigar” y perdamos clientes?
Si bien todas las empresas generan información, pocas aprovechan los beneficios de su buen uso e interpretación; y es ahí donde cobra importancia la Administración de Riesgos, lo que nos permite ser preventivo y en su caso reaccionar de manera ágil para evitar afectaciones en los objetivos, procesos y la relación con los clientes.
Por tal motivo resulta fundamental que, para innovar, primero necesitamos la detección de las necesidades; así pues, lo que no se mide no se puede mejorar. Ante tal situación, es necesario que las empresas tengan una Administración de Riesgos y se formalice su operación con un sistema formal de Control Interno, mediante políticas, procedimientos en los cuales se identifiquen los controles que respondan a los riesgos, así como los indicadores de gestión de desempeño; en donde la generación de información nos apoye a una buena transición.
Asimismo, se requiere identificar quiénes son los líderes en cada proceso, quiénes apoyarán en la gestión de la innovación y lograr adoptar e implementar cambios ágiles. Es por ello, que la cultura de la innovación debe ser permeada a todos los colaboradores desde la Alta Dirección, y esto no significa que por ello se deban de incumplir las políticas que definen la forma de operar en cada uno de los procesos; sin Control Interno un sistema de innovación no tendría forma y el llevar proyectos para gestionar los cambios se convertirían en un martirio para los colaboradores, proveedores y clientes; siendo estos últimos quienes lo verían reflejado en el nivel de cumplimiento.
Los cambios nunca son fáciles, pero son necesarios para una adecuada evolución en los modelos de negocio y con ello la repercusión en la generación de valor, competitividad, posicionamiento y trascendencia. Por tal motivo, la agilidad que tengan las empresas para tomar riesgos y adaptarse determinará el costo de los cambios y se reflejará en la generación de valor y rentabilidad de las empresas.
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